Wednesday, April 23, 2008

Maldita Desilución: Capítulo IV

Y allí estaba él: Imponentemente vestido y alejando los curiosos de su carro con miradas de tímido reproche y con un vino tinto y unas flores en las manos. Más que sorprenderse de ver allí a Vittorino, se preguntaba quién caray le había dicho dónde ella vivía. Aquel no era lugar para el gringo, pero que podía hacer? él ya estaba allí y hubiese sido muy grosero no invitarlo a pasar.

Así que con todo y sus rolos lo invitó a pasar. Aceptó las flores de buen gusto, y como pudo pasó entre las mecedoras para acomodarse en el comedorsito, ante las atónitas miradas de todo el mundo. Mayor fue su sorpresa cuando Vittorino en su español masticado le dijo que le tenía una sorpresa, otra en realidad, pensó ella. A continuación sacó de su bolsillo una cajita de terciopelo con un guillito dentro de lo más mono. Y como las únicas prendas que Nancy había lucido en su vida eran los anillitos de la máquina expendedora de monerias de a $1.00 con que le sorprendía Luisito en alguna que otra quincena, abrió los ojos como dos medio pesos y se echó a llorar como una magdalena.

El pobre Vittorino no supo que hacer y le decía que si no le gustaba lo podía cambiar, así que ella más calmada le explicó que lloraba de felicidad. Así sentados en las sillas forradas de plástico se dieron un tímido abrazo y Nancy se puso de pie para buscar en la cocina dos vasos de aluminio que no tuviesen marcados con esmalte rojo la inicial de su dueño, para tomar el vino tinto que le había traído el gringo. Mientras los curiosos de la casa de turnaban para recoger la ropa del patio por que estaba jariniando, o a colar un cafesito, o a buscar la cinta de Fernandito Villalona que estaba en la vitrina, cualquier cosa con tal de ver que estaba pasando en el comedor.

Pero aquello no duró mucho, ya que entre la bulla del barrio y el volumen del televisor, sumado al amemamiento que tenía Nancy con Vitico, nadie se percató de un sonido muy conocido los sábados en la pensión, a veces era música para los oídos de Nancy, pero esta vez el escandaloso moffler del C-70 pasó desapercibido...

Como supo Vitico de la direccion de Nancy? Los encontrará Luisito con las manos en la masa? Será de oro el guillo? Se ganarán el carro en Sabado Gigante?

Todo esto en el próximo capítulo de su Novela favorita, "Maldita Desilusión"

AST.-

Maldita Desilución: Capítulo III

Nancy no supo cuando ni como le dio la confianza a Vitico de saludarla con un beso en la mejilla, pero al sentir aquella piel tan suave rozar su rostro esa mañana, no se resistio. Es más, al compararla con el roce de la barba de náufrago que Luisito en vano afeitaba todos los viernes, decidió que aquella sencilla caricia de Vitico era lo más agradable que le había pasado en toda la semana.

Aquel sábado se prometía encantador, el sol brillaba afuera achicharrando los motoristas, la melodía incesante de las bocinas de los autos, mezclado con las malaspalabras de los compañeros de trabajo de Nancy, no le impidieron a ella hablar con Vitico sobre la terrible situación de escasez de rolos grandes en La Sirena y de los nuevos sobrecitos de mayonesa que traen su tapita.

En amena conversación, Nancy perdió su timidez por un instante para invitar a Vittorino a un nutritivo desayuno de Yaniqueques de vegetales y queso con una botellita de mabi de bejuco de indio. El Gringo se mostró algo sospechoso ante el contenido de la funda color marrón que parecía estar húmeda, pero con tal de complacer aquella diosa que lo tenía embrujado, optó por ingerirlo gustosamente y vale decir que a partir de aquel día, era él quien brindaba los yaniqueques. Dieron las diez de la mañana y el automóvil de Vitico estaba brillante, era hora de marcharse, así que se despidió con la amabilidad que le caracterizaba, la misma que irritaba a Chuchu y hacía suspirar a Carmona de envidia.

Por su parte, Nancy seguía vaciando los ceniceros y encomendándole a Santa Bárbara a todos los que se tomaban aquellas cervezas y se marchaban en sus carros. Como cada sábado se fue a las seis para su pensión lavarse la cabeza para que Juana, la manicurista que vivía en la habitación de al lado le hiciera los rolos. Se puso un vestido de florecitas mamey que le había regalado doña Aura, la dueña de la pensión y se sentó a ver a Sábado Gigante con los demás inquilinos, mientras esperaba qué le traía la noche.

Y poca no fue su sorpresa cuando Mercedita, la hija de doña Aura que tenía 7 años, en su castellano ininteligible le dijo a Nancy que un señor blanco la andaba buscando afuera en un carrazo. Se espantó la pobre muchacha de tal forma que chocó la cabeza con el secador y salió a ver quien era con todo y rolos.

AST.-


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En éste post pude verificar que tiene la fecha 7 de Julio del 2000, así que por ahí pueden irse ubicando un poco del estado mental sobre la novela y algunos datos que en ella se expresan. Ehl.-

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